No vale la pena gastarte para encajar

No eres un billete de 100

Hay gente que vive solo para agradar. Para caer bien. Para mantener la calma. Para ser “esa persona” que todo el mundo quiere cerca.

Y el precio que pagan por eso no siempre se nota… hasta que se vacían.

Porque mientras más tratas de encajar, más te desconectas de ti.
Mientras más te adaptas para gustar, más te diluyes.
Y mientras más tiempo sostienes esa versión editada de ti mismo, más se te va la vida intentando ser quien no eres.

Claro que crecer es importante.

Todos podemos mejorar algo. Pero hay una gran diferencia entre cambiar por ti y cambiar para que otros te acepten. Una viene de amor propio. La otra, de miedo. Y cuando lo haces por miedo, lo que se gasta no es solo tu energía… se va tu identidad por el mismo tubo.

Puede que no seas perfecto, pero

¿quién carajo lo es?
Lo que sí puedes hacer, y deberías, es conocer tus debilidades, trabajar en ellas si quieres, aceptarlas si no puedes cambiarlas, y usar tus fortalezas como ancla. Deja de esconder lo que no te gusta y empieza a usar lo que sí.

Hay gente que se pasa la vida puliendo cada esquina de su personalidad para gustarle a los demás.

Pero cuanto más lo intentan, más se alejan de su centro. Más se les olvida quiénes eran antes de empezar a complacer a medio mundo.

Y no hay nada que drene más que eso: vivir como una copia maquillada de ti mismo.

Porque la batería social no se gasta solo estando con gente.
También se gasta aguantando palabras que no dijiste.
Cargando silencios que pesan.
Sosteniendo conversaciones que nunca te atreviste a tener.

Pensaste que había tiempo.

Para hablar con esa persona.
Para pedir perdón.
Para decir lo que sentías.
Pero la vida no avisa. Un día está. Al otro, no.
Y lo que no dijiste… se queda contigo.

Así que no te sigas callando.

No te sigas doblando.
No te sigas editando.

No eres un billete de 100. No le vas a caer bien a todo el mundo. Y mientras más rápido lo entiendas, mejor.

La vida no es un show para ganar aplausos.
Es un maratón. Y correrlo fingiendo es la forma más rápida de rendirte a mitad de camino.

Hoy puede que no des tu 100%.

No importa.
Pero que lo que des… sea auténtico.
Porque al final del día, eso es lo que queda.

Sé tú. Aunque no siempre guste.
Sé tú. Aunque no siempre sea fácil.
Sé tú. Porque nadie más puede serlo por ti.

Héctor
Psicólogo, introvertido, y defensor del descanso sin permiso

Next
Next

Primero yo, para poder con todo